sábado, 5 de mayo de 2012

Diálectica


Su gran aporte al mundo del conocimiento fue la comprensión profunda de la estructura dialéctica de la vida. Había dado inicio a sus trabajos sobre el tema aquella vez que observó que recién había logrado acostarse con esa bella mujer tan anhelada (tras largos meses de asedio) apenas unas horas antes de que su propia madre muriera de improviso. El episodio, como una iluminación, le permitió comprender el carácter inapelable y dramático de las contradicciones inherentes a la vida.
Tiempo después, sus esfuerzos fueron recompensados con el anhelado cargo de Profesor Titular Extraordinario en la Facultad en la que trabajaba. Pero al día siguiente, una súbita crisis económica lo dejó en la calle con un certificado inservible en las manos.
Terminó de redondear su teoría aquella vez que fue asaltado en plena calle, mientras reflexionaba distraído acerca de estos y otros extraños sucesos. Esa tarde, lo golpearon tanto que tuvo que ser trasladado al Hospital de Urgencias, donde conoció a la amable enfermera que habría de ser el gran amor de su vida.
Durante la larga convalecencia se abocó a la comparación de datos y variables, recopiló cientos de casos certificados de contrastes y paradojas, y formuló la conocida Ley General de las Contradicciones: “A lo peor sigue siempre lo mejor. Y a la inversa”.
Insaciable, se dedicó entonces a experimentar con su propia existencia, convencido de que no bastaba con comprender el mundo sino que era necesario, también, poder transformarlo.
Sus investigaciones terminaron debido a un insignificante error de cálculo. En busca de un instante supremo de lucidez, se había arrojado desde un tercer piso en construcción, pretendiendo provocar así, en su propio cuerpo, la esperable antítesis: una suprema felicidad gestada por el máximo dolor. Inexplicablemente, lo único que consiguió fue la muerte.

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