lunes, 9 de julio de 2012

¡Basta de fracturas en el pie derecho!



¡Esto no se tolera más! ¡Basta! Así ya no se puede vivir. Apenas me estoy despertando y ya me entero de que, anoche, ha habido tres nuevos casos en distintos puntos del país. Y quién sabe cuántos más tendremos hoy todavía. Y después por ahí andan diciendo que no, que no es verdad, que se trata sólo de una sensación de la gente, que las estadísticas demuestran que somos el país con menos fracturas en el pie derecho del continente, y tal vez del mundo entero. ¡Claro, es fácil decir esas pavadas cuando el que tiene que ir cargando un pie enyesado es cualquier otro! ¡¿Y cuando le toca a uno?! ¿Eh?
Ahí está, clarito como el agua, en todos los canales de la tele: “¡Urgente! Anoche ha habido tres nuevos casos de fracturas de pie derecho. Vecinos enfurecidos reclaman por su derecho a caminar sin accidentes.” Una “sensación”. Sí claro, no me hagan reír.
Y vean la tapa del diario, si no me creen: “Más fracturados vienen a engrosar una estadística siniestra. El gobierno insiste en no hacer declaraciones.” Y presten atención, también, a la foto de ese jovencito accidentado, mordiendo los labios de dolor, las lágrimas rodando por la mejilla, el tobillo hinchado y sangrante. Y si no la tienen a mano, seguro que igual la recuerdan, porque es la misma foto que publican cada vez que se manifiesta este increíble flagelo.
Al final, estábamos mejor antes, cuando la tele transmitía noticias sobre la ola de inseguridad que asolaba la nación, plagada de robos, secuestros y asesinatos. Antes de que el público se hartara de toda esa perorata y comenzaran las quejas, las críticas y los bajones masivos de encendido. Antes, en definitiva, de que llegara la gran renovación estética audiovisual, que obligó a los canales a mostrarle al pueblo la verdad de las cosas reales.
Ahora, uno no se anima ni a salir a la calle, arriesgarse a un tropezón, una baldosa floja, un pozo inesperado. Y tampoco organizamos protestas, por miedo a que la comprensible indignación nos impulse a lanzar patadas furibundas y fatales contra cualquier cosa.
Yo, por lo menos, no pienso salir. Es mi forma de protesta, para que alguien haga algo de una buena vez. Me quedo en casa lo más tranquilo, con mis tres pares de medias calzadas en el pie derecho, mirando por la tele las últimas publicidades de fábricas de yeso, traumatólogos y tobilleras. Lo más tranquilo.

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