lunes, 23 de julio de 2012

La insignificante vida del Dr. Googlesmith



Hans Ruppert Googlesmith fue un catedrático de profusa formación académica, costumbres liberales y carácter fluctuante. Una vez graduado en ciencias biológicas básicas y doctorado en física, su vida se desbarrancó en una sucesión de oscuros y olvidables días, de lecturas eclécticas y experimentos no convencionales. Por lo poco que se sabe, se dedicó a investigar la regularidad con que las gallinas giran en redondo antes de picotear un grano de maíz, y a intentar determinar una fórmula capaz de expresar, fehacientemente, el peso total del universo en su conjunto. En los ratos libres, Googlesmith solía corretear muchachas campesinas, empleadas domésticas o débiles mentales, a quienes invariablemente declaraba su amor para llevarlas a la cama, y a quienes luego echaba sin contemplaciones ni saludos, apenas desahogadas sus pasiones. Los domingos asistía calladamente a misa, y luego se encerraba en su rústico laboratorio a estudiar las posibilidades teóricas de hacer viajes en el tiempo.


Googlesmith permaneció unos diez años en la misma casa de campo, hasta el día en que desapareció para siempre, apagando la estela de una vida completamente desperdiciada. Los pocos colegas que lo trataron difieren en las noticias que nos entregan: para algunos se trató de un biólogo bastante competente, para otros de un físico notable, aunque incapaz de realizar cualquier acto de un mínimo valor. Un tercer grupo reconoce que las intersecciones que Googlesmith proponía entre ambas ciencias podrían tener algún interés en el futuro.


Luego de su desaparición, un empleado de maestranza de la Universidad se presentó en su domicilio y recogió todo objeto que le pareció de algún valor: dos sillas, una máquina que servía para alimentar a las gallinas a intervalos regulares y un colchón macilento. Se llevó también las gallinas que quedaban vivas y enterró a las muertas, pero dejó abandonada en el cobertizo una extraña máquina formada por cables delgadísimos, placas con sutiles dibujos y calendarios móviles. Los pocos papeles que encontró (y que las gallinas no habían aún picoteado) los quemó en la chimenea, ya que sólo contenían frases incomprensibles: “todo lo que traje del futuro”, leyó el hombre antes de encender la cerilla, “puede ser experimentado en el pasado”. Y en otro papelito picoteado: “Palestina, viaje atrás de casi 1.900 años. Pude probar con éxito el método de “fertilización asistida” con una muchacha ignorante. En el pueblo se armó un gran revuelo y tuve que huir al futuro. Caí a fines del siglo XX, donde puse en práctica las técnicas de búsqueda instantánea de palabras en las redes sociales. Verifiqué que la muchacha era a esa altura increíblemente célebre. Probé luego con otras palabras y funciona. Estoy pensando en llamar a este fenómeno…”. De allí en adelante no podía leerse más nada porque una gran cagada de gallina ocupaba el resto de la hoja. Impávido, el hombre hizo un rollo con el papel, lo acercó al fuego de la chimenea y lo usó para encender su pipa. Luego, se fue rápido a su casa, porque todavía tenía que entrar las vacas.

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