sábado, 14 de julio de 2012

Variaciones


—¡Te dije que no la vuelvas a tocar, Ludwig! —gruñó Rick con una mueca de disgusto, acariciando su traje blanco.
Ludwig encaraba su enésima versión de “El tiempo pasará”, que esta vez parecía destilar cierto aire tanguero. Rick suspiró, encendió un cigarrillo y apuró su whisky de un trago. 
—Nunca la tocas igual, hay que reconocerlo —farfulló.
Al fondo del salón se recortaba, sugerente, la figura de ella: el vestido juvenil, la sonrisa franca, la melena de muchacha, los labios trémulos. En tanto, las manos de Ludwig martillaban las teclas con pasión, a mitad de camino entre la rítmica africana y los fraseos de New Orleans. 
—¡Basta ya! No eres músico de jazz, ¿qué pretendes?
—No lo puedo evitar, Rick. Soy sordo. Cada uno debe aceptar su destino, sea bueno o malo.
Desanimado, Rick buscó la figura de la muchacha, que ahora se recostaba junto al piano: el vestido negro, las piernas largas, el cigarrillo en la boca, los ojos húmedos. 
—Tú ganas. Tócala de nuevo entonces.


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