martes, 10 de julio de 2012

La necesidad de Dios


Su única aspiración era comprender el universo. En el comienzo, fue una especie de juego: cambió caprichosamente el destino de ciertos seres (planetas, bichos, almas, sustantivos, escogidos al azar) pero no sirvió de mucho. Impulsó entonces perversidades impensables, introdujo pistas falsas, anomalías, quiebres, fisuras, enredos, dibujos imposibles. Ante la falta de resultados, redobló la apuesta, destrozando la suerte de los mejores. Y hasta mezcló a su antojo las distancias y los tiempos.
Pero nada: hiciera lo que hiciera, el universo parecía no tener sentido alguno. Desilusionado, al séptimo día descansó.

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