—¿Licenciado? —preguntó Thor, metiéndose en el garguero un trago del licor verde amarillento especialmente importado de Ganímedes para la ocasión.
—Licenciado —respondió Gullag, henchido de orgullo paterno, y enseguida exhaló un grueso eructo.
—¿Hijo?
—Hijo.
—¿Qué? —preguntó Astrid, la esposa de Thor, mientras mascaba un bocado gigante de plátanos amasados con salsa linfática.
—¿Qué? —preguntó a su vez Gullag, pero no se sabía a quién le preguntaba.
—¿Qué? —dijo también Ursulina, esposa de Gullag y madre del flamante licenciado. Y así estuvieron todos un buen rato, cacareando torpemente “qué, qué, qué, qué, qué, qué, qué…”, hasta que Gullag le metió tres sonoras cachetadas a su mujer y todos rieron y brindaron entrechocando los vasos de metal y cacheteándose con fuerza.
—¿Qué licenciado? —lanzó por fin Astrid.
—Licenciado lengua —aclaró Gullag— ¡Lengua!
En todo el salón se hizo un incómodo silencio, hasta la música tecno-tribal pareció vacilar en su ritmo palpitante. Los invitados se miraron con estupor, los ojos perdidos, las bocas chorreando babas, las manos crispadas.
—Licenciado lengua… —repitió Ursulina, y se concentró con gran toda su fuerza para tratar de completar la idea—… y
… y… lengua y… lengua y… ¡habla!...
… y… lengua y… lengua y… ¡habla!...
El estupor creció. Entonces fue que Gullag, hombre inteligente a pesar de todo, intervino rápidamente:
—¡¡Habla!! —insistió Gullag—. Habla, hijo…
El hijo, que hasta ahí se había mantenido callado en un rincón, viendo que las caras de los invitados oscilaban entre la decepción y la furia, no tuvo más remedio que ponerse de pie y animarse a decir lo suyo. Después de todo, la fiesta se había convocado en su honor. Era el festejo de su graduación universitaria: el primer licenciado de toda la tribu. Así que aclaró la voz con sutiles movimientos internos de garganta, tal como había aprendido en la Universidad, y lanzó su discurso de agradecimiento en un tono increíblemente musical:
—En efecto, como mis padres han referido recién, hoy me he graduado. Soy ahora Licenciado en Lengua y Habla. Mi título me habilita para modular todos los sonidos de la lengua castellana, comprender los significados de las palabras pronunciadas por mis colegas y comunicarme con ellos por este medio. Les agradezco que hayan venido a felicitarme y a congratularse conmigo.
La sala entera estalló en un alborozado griterío y en otras muestras inequívocas de alegría, tales como los tradicionales cachetazos en la cara, los escupitajos direccionados, los gritos guturales y los restregones de bocaditos de carne por todo el cuerpo.