martes, 5 de junio de 2012

El mesías


—¡¡Sálvate hermano!! —escupió, abriendo los brazos en cruz.
La multitud bramó en un estruendo inhumano. Las cenizas del aire se agitaron.
—¡¡Es tu última oportunidad, sálvate cretino!!
El Mesías, parado sobre una montaña de residuos pestilentes, hacía equilibrio con sus piernas reconstituidas. Su ojo humano brilló apenas. La muchedumbre, conocedora de las reglas, calló. Los dedos tamborilearon en los microteclados, las pantallas titilaron, las bocas se demoraron, babeantes en su letanía. En cuestión de segundos, todos eran uno en la red.
El Mesías, entonces, accionó las claves de la última actualización y permitió el acceso a los nuevos abonados. Los fieles, agradecidos, se lanzaron sobre él y lo despedazaron con sus propias manos, como siempre, por los siglos de los siglos.

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